Enb este nuevo artículo de nuestro blog de psicologia, más en concreto, de psicologia infantil de psicologiamariapalau, hablamos sobre la frustración en niños/as y cómo desarrollar la tolerancia la misma en ellos.
En un mundo cada vez más competitivo, donde el éxito y los logros se celebran con gran entusiasmo, es fundamental enseñar a nuestros niños/as que el fracaso no es el fin del camino, sino más bien un peldaño en la escalera hacia el éxito. La tolerancia al fracaso es una habilidad que puede y debe ser cultivada desde una edad temprana, no solo para fomentar la resiliencia, sino también para preparar a los niños y niñas para los inevitables contratiempos y desafíos que encontrarán a lo largo de su vida.
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¿Qué es la frustración?
La frustración es una emoción y estado emocional que surge cuando un individuo se enfrenta a obstáculos, dificultades o situaciones que impiden la realización de un deseo, objetivo o necesidad. Es una experiencia común en la vida de las personas y puede ser provocada por diversas circunstancias, como el no conseguir alcanzar metas, la falta de control sobre una situación, la percepción de injusticia o la incapacidad para lograr lo que se desea.
Se trata de una emoción secundaria que puede manifestarse de diferentes maneras, como enfado, irritabilidad, tristeza, ansiedad o desánimo. Además, puede variar en intensidad y duración según la persona y la situación particular. Es normal y necesaria experimentarla, por tanto, el problema no se encuentra en esta emoción ni en las situaciones externas en sí mismas, sino en la forma en la que las afrontamos.
La tolerancia a la frustración entonces sería la habilidad para minimizar el malestar que genera la no consecución de nuestros deseos. Es una forma de garantizar la estabilidad emocional frente a situaciones en las que las cosas no salen como queríamos.
Tolerar la frustración no significa resignarse y abandonar, y no hacer nada para luchar por lo que queremos. No, lo que hace es ayudarnos a afrontar la frustración de un modo más adaptativo y funcional.


Se llega a ella por la combinación de dos factores: la maduración, los bebés y los niños y niñas más pequeños/as (0-5) no tienen las capacidades necesarias para desarrollarla aún; y el aprendizaje. De ahí la importancia de ofrecerles a los niños y niñas un modelo y unos recursos que les ayuden en este aprendizaje.
La tolerancia a la frustración es una característica que favorece el liderazgo (lidiar con contratiempos, aceptar opiniones ajenas…), tiene que ver con la flexibilidad cognitiva (adaptarse a un mundo en el que no poseemos el control de todo lo que sucede a nuestro alrededor) a todos los niveles, tanto social como laboral o personal. De hecho, las personas con tolerancia a la frustración son más estables a nivel emocional. Si crees que la baja tolerancia a la frustración de tu hijo o hija, empieza a afectarle en su día a día, no dudes en contactar con nosotras y pedir una sesión de terapia infantil online, verás toda la ayuda y herramientas que podemos otorgarle para conseguir avanzar.
Indicadores de falta de tolerancia a la frustración
Como hemos dicho, no tener tolerancia a la frustración, o tener baja tolerancia a la misma, genera un fuerte descontrol emocional que puede, por ejemplo, derivar en conductas de riesgo durante la adolescencia (en el sexo, con las drogas…) o incluso en ansiedad y depresión en la vida adulta.
Existen algunas conductas y actitudes generales de los niños que pueden indicarnos que necesitan un poco de ayuda a la hora de aprender a gestionar esta emoción.
- Es un/una niño/a muy impulsivo/a y desde hace un tiempo ha empezado a mostrarse especialmente ansioso.
- Tiene dificultades para controlar sus emociones (indicador de que la gestión de las emociones no es adecuada). Por ejemplo: cuando está triste le cuesta salir de ahí, o cuando se enfada tarda mucho en dejar de estarlo y es muy complicado solucionarlo y lograr que mejore su estado de ánimo
- Es muy exigente y solicitante.
- Evita enfrentarse a nuevos retos, probar nuevas cosas (por temor al fracaso o a lo incontrolable).
- Cuando no consigue lo que quiere enseguida llora (un llanto posiblemente incontrolable), se niega a continuar con la actividad, lanza objetos, patalea, grita…
- Es poco flexible: se molesta fácilmente cuando hay cambio de planes o cuando algo que esperaba no se ha cumplido.
- Tiene poca paciencia y se aburre rápidamente o de un modo exagerado cuando tiene que esperar, mostrando un claro malestar.
- Presenta una actitud muy egocéntrica: Los niños pasan de ser absolutamente egocéntricos cuando son pequeños a entender que hay otras personas y posteriormente descubrir que hay todo un mundo ahí fuera. Sin embargo, si tenemos problemas con la frustración es posible que esa actitud fuertemente centrada en el “Yo quiero, yo necesito, yo, yo, yo…” siga preponderando.


Cómo trabajar la tolerancia a la frustración
Algunas cosas que podemos hacer desde casa para ayudar a nuestro/a hijo/a a tolerar la frustración, a que aprenda cómo gestionar las emociones que ello le genera. Para ello podemos:
- Ayúdale/a a identificar sus emociones para que pueda empezar a gestionarlas mejor. Ejemplo: “¿Qué sientes cuando estás triste?” “Es normal que te sientas así, pero que puedes hacer para sentirte mejor” “Oye, ahora estás muy contento, ¿verdad?”
- Enséñale/a a pedir ayuda: no pasa nada por hacerlo, no es nada malo, al contrario. Enseña con el ejemplo.
- Deja que se equivoque, es una manera estupenda de aprender. A veces los padres, en nuestro deseo por protegerles y evitarles malestar, les privamos también de oportunidades de lidiar con la frustración y de entrenarse para aprender a gestionarla.
- Leer juntos cuentos que aborden el tema, como pueden ser: “El punto”, “Así es la vida” o “¡Qué rabia de juego!”.


- Normaliza “el perder”: con nuestra conducta, a través del juego (o de los juegos), podemos ir quitándole importancia a esto de perder. Funciona muy bien el ir verbalizando estas ideas mientras jugamos. Por ejemplo: tú has perdido un turno y dices en voz alta algo del tipo “Vaya, ahora voy a estar un turno sin jugar… Bueno, así mientras puedo hacer…”
- Refuerza los pasos y no solo las metas: con ello favorecemos que sea el camino, su esfuerzo, sus acciones, lo que valen la pena, lo que ha de valorar, no solo el logro final.
- Enséñale/a a relajarse o a salir del bucle en el que entra cuando se frustra (busca relajaciones infantiles, la técnica de la tortuga…).
- Propiciar que se involucre en situaciones o juegos en los que la recompensa se demore (no sea inmediata), en las que la espera sea parte del proceso (como por ejemplo hacer cola en una atracción, plantar algo y ver cómo crece con el tiempo y los cuidados, etc.) o que requieran de un evidente esfuerzo por su parte.
Y por último, algo clave y fundamental, es que tratemos de ser un buen modelo para ellos. Los niños aprenden no solo de lo que le escuchan, sino también de lo que observan. Así que te animo a revisar cómo gestionas tú emociones como la frustración y comiences a trabajar en ello.