¿Tienes la impresión de que tu hijo/a nunca te escucha, que hace lo que le da la gana? En ocasiones no, pero algunas veces es necesario que los padres y madres junto con el/la niño/a acudan a terapia psicológica infantil online o presencial, con tal de recibir ayuda mas profesional, en los casos más difíciles.
[SHORTCODE_ELEMENTOR id=»16248″]¿Por qué los niños no hacen caso a los padres y/o madres?
Hay varias situaciones que generan frustración y se repiten por parte de los padres de niños/as pequeños en la clínica.
La primera de ellas se da cuando se tienen la impresión de que el niño no escucha y/o no colabora en lo que se le pide. Esto es muy frustrante, porque a pesar de la repetición no hay esa colaboración por parte del niño/a, o bien se mantiene en la negación. A veces podemos llegar a tener la impresión de que ni siquiera ha escuchado (entonces tenemos la sensación desagradable de hablar solos/as), y acabamos gritando frases del tipo «¡¿Me escuchas cuando te hablo?!»
¿Por qué puede que un niño no esté escuchando?
Muy a menudo, acabamos gritando cuando hemos tenido que repetir lo mismo varias veces sin que nos exucharan. Pero si partimos del principio de que el/la niño/a siempre lo hace lo mejor que puede, si no responde a una petición a pesar de la repetición, debemos considerar que no puede.
1)¿Realmente ha escuchado lo que le hemos dicho?: Cuando un niño/a se concentra en un juego o cualquier otra actividad, debe ser capaz de salirse de él para tener en cuenta lo que se le intenta decir. Además, otros estímulos pueden interferir con su percepción. Este suele ser el caso típico en niños pequeños de 18 meses a 2/3 años, pero puede ocurrir a cualquier edad.
2)¿Es capaz de escuchar?. El estado emocional del niño a menudo provoca una incapacidad para escuchar. Si está bajo estrés. El estrés se manifiesta en un estado de crisis, con gritos o con el llanto, pero también puede pasar desapercibido para los adultos y residir en multitud de pequeños estímulos.
3)¿Lo que se le pide satisface sus necesidades? En la medida en que él mismo está satisfaciendo una de sus necesidades (jugar, experimentar, crear un vínculo, etc.), pedirle que deje de hacer lo que está haciendo sin darle una actividad alternativa que también sea valiosa a nivel de satisfacer sus necesidades implica una capacidad de autocontrol que un niño o niña pequeña no tiene.
Y si la petición de los padres requiere interrumpir la actividad que está realizando, el niño hasta los 6/7 años no podrá escuchar los motivos (por muy legítimos que sean) ya que verá nuestra petición como un impedimento para el cumplimiento de sus necesidades.
4) ¿Lo hace a propósito?: Cuando un padre o madre cree haber prestado suficiente atención al entorno, al estado emocional, al posible estrés… muchas veces acaba pensando que su hijo/a hace lo que le da la gana, que se mantiene voluntariamente en la negativa a colaborar… Incluso piensa que lo hace por provocación. Este tipo de pensamiento dificulta a la persona adulta de toda posibilidad de razonamiento: esto es lo que lleva casi sistemáticamente a caer de nuevo en el grito para ser escuchado, lo que no hace que nos atiendan más, en cambio, aumenta el estrés del niño/a.
¿Cómo cambiar nuestra expectativa?
A menudo, el sentimiento de no ser escuchado se refiere a las propias frustraciones y quizás a otras cosas que nos pasan durante el día y no tanto a la reacción real del niño/a.
Estas situaciones pueden hacer eco, por ejemplo, con lo que ocurre en la pareja. Si durante el día ya nos ha dolido la falta de escucha de nuestra pareja, que nuestras necesidades no sean satisfechas en absoluto, que no nos sintamos respetados… El hecho de tener la impresión de que el/la niño/a está reproduciendo la misma situación es la gota final.
Si queremos evitar mantener el círculo vicioso que conduce a muchas situaciones de conflicto, debemos ser capaces de ganar autoridad y cambiar nuestros automatismos y salirse del entrenamiento de la obediencia, ya que tiene efectos destructivos en la personalidad y la autonomía de los niños/as. Sin embargo, la mayoría de las personas que dicen “mi hijo/mi hija no me escucha” realmente están diciendo: “él/ella no me obedece”.
Trabajar aquello que nos esté afectando en otras áreas y no responsabilizar al niño/a de ello, acompañarlo desde el respeto hacia la autonomía, preservando la calidad de la relación, entendiendo que su cerebro no funciona igual que el nuestro ni ha vivido las mismas experiencias, por tanto, no va a reaccionar siempre como nos gustaría. Es importante entender a nuestro/a hijo/a para conseguir encontrar aquello que le motiva y, sobre todo, reforzar cada pequeño avance.
La realidad es que educar a los hijos/as puede llegar a ser muy estresante, no vivimos únicamente para hacerlo, tenemos trabajos, casa, familia, problemas… y es imposible separarlos al 100%, pero coger cierta distancia sí que puede ayudarnos. No hay un manual de como ser padre o madre, se trata de ir aprendiendo qué necesita nuestro hijo/a y eso implica que no siempre lo vamos a hacer bien y es normal. Si notas que no llegas a entender el funcionamiento de tu hijo/a y que es algo que te genera mucho malestar, acudir a un profesional de la psicología te puede ayudar a tener estrategias para gestionar esa ansiedad y poder entender el funcionamiento de los niños/as.