La “fuerza de voluntad” es un concepto que solemos utilizar las personas para referirnos a ese impulso que nos lleva a conseguir una serie de objetivos o metas que requieren un esfuerzo. Sin embargo, utilizamos este concepto en muchas ocasiones sin llegar a profundizar en lo que realmente significa. Si estás interesado en aprender más sobre psicologia por internet, este tema puede ser de gran ayuda.
Cuantas veces hemos dicho o escuchado “¡es que yo no tengo tanta fuerza de voluntad!”, dando por hecho que no somos capaces de realizar algo debido a que nos falta esa fuerza interior.
Y es que, la “fuerza de voluntad” implica una serie de factores que solemos desestimar como la toma de decisiones, la motivación o la disciplina y se ve muy influenciada por nuestro contexto.
La voluntad hace referencia a qué es aquello que nos gustaría hacer, la toma de decisiones implica el rechazar otras cosas, la motivación es ese motor que nos energiza y nos mueve a hacer el esfuerzo esperando conseguir un resultado especialmente a corto plazo y la disciplina es el hábito que nos lleva a trabajar por conseguir ese objetivo cuando la motivación no está, más a largo plazo.
Por tanto, esa “fuerza de voluntad”, se utiliza no solo para ir al gimnasio, para estudiar, para cuidar de un hijo… si no que se utiliza desde el momento que tomas la decisión de levantarte de la cama, de lavarte los dientes, de cocinar para ti y para tu familia, de dedicar 8 horas al día trabajando, de hablar con un amigo/a que está triste, de dejar de lado tu clase de baile para ayudar a un/a familiar… es decir, en todo lo que hacemos en nuestro día a día.
Por tanto, es absurdo considerar que no tenemos “fuerza de voluntad” en un momento concreto con un contexto concreto ante una situación determinada.
Todos/as tenemos esa “fuerza de voluntad” que vamos utilizando a diario ante cosas diferentes que el resto de gente y que viene determinada por muchos otros aspectos.
Es verdad, que si sientes que te gustaría hacer ciertos cambios en tu vida se puede trabajar, pero desde elegir esos cambios, encontrar qué nos motiva realmente para hacerlos y, sobre todo, entrenar nuestra disciplina. Siempre entendiendo que eso va a ser posible en la medida que nuestro contexto nos permita.