Cada vez hay más gente que decide empezar a ir a terapia para aprender a gestionar sus problemas y sus emociones. Es muy común que además, la gente que lleva tiempo yendo y obteniendo buenos resultados, recomiende a su entorno pedir ayuda psicológica si lo necesitan.
Sin embargo, no todos los que empiezan a hacer terapia continúan con el proceso terapéutico, por mucho que pueda ser algo beneficioso. Y es que algo que puede ocurrir al principio de un proceso es que sintamos que estamos peor que cuando no íbamos a terapia. ¿Te parece algo extraño? Quédate que te contamos por qué.
Voy al psicólogo y me siento peor
La terapia es un proceso con fases. En las primeras fases de evaluación, la psicóloga recoge toda la información importante para conocer a fondo a la persona y su contexto, las características y los factores que han influido en los síntomas y problemas que forman parte del motivo de consulta.
Si bien la gente está dispuesta a proporcionar toda la información, abrirse con alguien que no conocemos no es algo fácil, y mucho menos hablar de aspectos y situaciones que nos incomodan y nos duelen.
Esto es algo que las psicólogas tenemos muy en cuenta, y que tratamos de cuidar adaptándonos a los ritmos que marca la persona. Hablar de lo que duele a veces se puede parecer a deshacer un nudo muy enredado: hay que ir probando de qué hilo tirar para ir destensando o dejarlo para más adelante y probar por otros ángulos.
Generalmente los recuerdos que nos duele o que pudieron dejar una huella muy negativa tratamos de evitarlos y de guardarlos en lo más profundo de nuestra mente. Este mecanismo, llamado evitación o supresión emocional, nos permite ir tirando, haciendo nuestra vida y seguir adelante.
A veces hay situaciones que nos los traen de nuevo a la mente y que hacen que escueza un poco, pero podemos elegir volver a esconderlo. En terapia ocurre todo lo contrario: ya no hay excusas ni distractores para ocultarlo, sólo queda mirarlo de frente y ponerlo en palabras.
Si tenemos este perfil más evitativo respecto a las emociones, es completamente normal que ir hablando y sacando información ocultarlos hasta ahora nos despierte sensaciones desagradables, y que incluso salgamos de las primeras sesiones de terapia con un nudo en la garganta o malestar en el estómago.
Un aumento de emociones como la ansiedad, la irritabilidad o la tristeza, asì como de pensamientos negativos son los efectos secundarios de estar sacando lo que llevaba tiempo guardado y de poner el foco en ello para poder conocerlo mejor.
Sin embargo, sentir esto desagradable no es peligroso, sino todo lo contrario, se está poniendo voz y dando espacio a experiencias y sensaciones que necesitan nuestra atención para no quedarse estancadas.
Verbalizar lo que nos pasó o lo que sentimos puede ser doloroso, porque supone reconocerlo y darle un tono de realidad que antes no tenía, sino que estaba oculto como algo abstracto.
Ahora bien, concretar lo que nos pasa y ponerlo en palabras nos ayuda a poder buscar la ayuda específica y las soluciones más eficaces al problema.
Pese a todo lo anterior, empezar un proceso de terapia no tiene que ser una tortura, sino que el proceso puede adaptarse a lo que necesitamos en cada momento.
Es por ello que, si ves que tus síntomas están empeorando considerablemente y es algo que te preocupa, tienes el derecho a comentarlo para que tu psicóloga pueda adaptar las sesiones y proponerte estrategias que te ayuden a hacerlo más ameno.
Los procesos de terapia tienen subidas y bajadas, pero lo importante es que haya una tendencia progresiva (que no suele ser lineal) a disminuir la intensidad, frecuencia y duración de tus síntomas.
Esperamos que este post te haya sido de utilidad y te anime a continuar con tu proceso a pesar de las dificultades del inicio. A veces pasa como con las heridas, que al limpiarlas escuecen, pero van curando. Desde Psicología Maria Palau estaremos encantadas de acompañarte en el proceso.